John Daly nació en Troy, Nueva York, hacia 1838. Desde muy pequeño mostró un gran interés por el juego y pasó gran parte de su juventud frecuentando los establecimientos de juego locales. Estas experiencias formativas darían forma a su futura trayectoria profesional y sentarían las bases de su posterior éxito en la industria del juego.
La carrera de Daly en el juego comenzó bajo la tutela del destacado deportista John Morrissey, que reconoció el potencial del joven y lo acogió bajo su protección. Tras trasladarse a Nueva York por recomendación de Morrissey, Daly amasó rápidamente una fortuna considerable a finales de la década de 1860.
A lo largo de su carrera, Daly fue propietario y administrador de varios establecimientos de juego. Su centro de juego de Broadway le valió el reconocimiento inicial, pero su local más famoso fue "John Daly's", que abrió en 1885 en la calle Veintinueve Oeste de Manhattan. Este establecimiento alcanzó fama nacional y siguió siendo uno de los principales destinos de juego de la ciudad de Nueva York durante aproximadamente dos décadas, funcionando hasta principios del siglo XX.
Más allá de las operaciones del casino, Daly se convirtió en una figura importante en las carreras de caballos pura sangre. Era reconocido como uno de los mayores operadores de apuestas en hipódromos del país y poseía caballos de carreras. En 1891, se asoció con David Gideon, creando la empresa "Gideon & Daly". Su colaboración tuvo un éxito excepcional, con logros notables como:
Los socios establecieron una granja de cría llamada "Holmdel Stud" cerca de Red Bank, Nueva Jersey, aunque Daly acabó alquilando la propiedad cuando se retiró de las carreras de caballos.
Aunque los datos sobre sus relaciones personales son escasos en los archivos históricos, sabemos que Daly estaba casado. Su esposa falleció antes que él en 1905, aproximadamente un año antes que él.
A lo largo de su vida, Daly mantuvo contactos con diversas figuras políticas y del hampa, pero al parecer sentía más afinidad con otros empresarios del juego como William Busteed, Sam Emery, Davy Johnson, Dinky Davis y Richard Canfield (que más tarde le sucedería en el negocio del juego).
A pesar de operar en un territorio legalmente cuestionable, sus contemporáneos describieron a Daly como "un hombre de modales tranquilos y atractivos". Se labró una reputación de empresario generoso, ya que a menudo seguía pagando a su personal y permitía que sus familias residieran en sus clubes incluso durante los periodos en los que las redadas policiales obligaban a sus establecimientos a cerrar temporalmente.
John Daly se convirtió en uno de los jugadores más ricos de Nueva York en el momento de su muerte. Los relatos históricos sugieren que sus operaciones de juego eran extremadamente rentables, aunque las cifras exactas siguen sin estar documentadas. Su centro de juego de Broadway y, más tarde, el famoso establecimiento "John Daly's" generaron importantes ingresos.
Se dice que Daly pagaba unos 100.000 dólares semanales al Departamento de Policía de Nueva York como dinero de protección para continuar con sus operaciones, una suma asombrosa para la época que indica la rentabilidad de sus empresas.
A pesar de su éxito financiero general, Daly experimentó importantes pérdidas en las apuestas de carreras de caballos y en las inversiones bursátiles más adelante en su carrera.
Daly participó en las investigaciones del Comité Lexow, que examinó la corrupción policial en la ciudad de Nueva York durante la década de 1890.
En sus últimos años donó una parte sustancial de sus ingresos a causas benéficas.
El imperio del juego de Daly funcionó con éxito durante más de tres décadas a pesar de los periódicos desafíos legales.
Su sociedad de carreras de caballos con Gideon logró un éxito notable en un plazo relativamente corto.
A pesar de ser un jugador profesional, Daly mantuvo la respetabilidad entre muchos segmentos de la sociedad neoyorquina.
John Daly dejó tras de sí un complejo legado como uno de los empresarios del juego con más éxito de la América del siglo XIX. Sus operaciones ayudaron a definir el panorama del juego en Nueva York durante la Edad Dorada, y su reputación de trato justo a los empleados contrastaba con muchas prácticas empresariales de la época.
Aunque sus establecimientos de juego perdieron importancia tras su muerte, la carrera de Daly representa un capítulo importante en la historia del juego estadounidense antes de que Las Vegas se convirtiera en la capital del juego del país.
Sus logros en las carreras de purasangres, en particular las múltiples victorias en los Futurity Stakes, siguen siendo notables en la historia de este deporte.
No, las operaciones de juego de Daly existían en un espacio legalmente ambiguo. El juego era en gran medida ilegal en Nueva York durante este periodo, pero establecimientos como el de Daly funcionaban a menudo a través de un sistema de pagos de protección policial y conexiones políticas. Los registros históricos sugieren que Daly supuestamente pagaba hasta 100.000 dólares semanales al Departamento de Policía de Nueva York para continuar con sus operaciones.
Daly mantenía una relación complicada con las fuerzas del orden. Aunque sus establecimientos eran objeto ocasionalmente de redadas policiales, al parecer pagaba importantes sumas de dinero en concepto de protección para poder seguir operando. Su participación en las investigaciones del Comité Lexow, que examinó la corrupción policial, sugiere la complejidad de estas relaciones.
Daly tuvo un impacto considerable en las carreras de purasangres estadounidenses. Su asociación con David Gideon produjo múltiples caballos campeones y victorias en carreras importantes, incluidos tres Futurity Stakes en cinco años. Su negocio de cría, Holmdel Stud, supuso una importante inversión en el desarrollo de este deporte.
A diferencia de muchos empresarios del juego de la época, Daly mantuvo una reputación de imparcialidad y generosidad. Los relatos históricos destacan su buen trato a los empleados, su continuo apoyo financiero durante las interrupciones del negocio y sus importantes donaciones benéficas. Estas características contribuyeron a consolidar su prestigio incluso entre quienes se oponían al juego por motivos morales.