El camino de Don Johnson hacia la leyenda de los casinos fue poco convencional. Antes de sus hazañas en el blackjack, estaba muy involucrado en el mundo de las carreras de caballos. No era un simple apostador ocasional, sino que desempeñó importantes funciones en la gestión de hipódromos. Esta experiencia le proporcionó un profundo conocimiento de las probabilidades, la evaluación de riesgos y el funcionamiento interno de la industria del juego. Curiosamente, incluso pasó a desempeñar el papel de regulador estatal de los hipódromos, supervisando operaciones en cuatro estados diferentes. Estos antecedentes sugieren una mente meticulosa y analítica capaz de comprender sistemas y normativas complejos. Fue este improbable currículum el que de algún modo le permitió convencer a los casinos de Atlantic City de que no era más que un aficionado con mucho dinero.
Su hazaña más famosa tuvo lugar en 2011, cuando puso en su punto de mira las mesas de blackjack de Atlantic City. A lo largo de seis meses, Johnson ganó sistemáticamente importantes sumas en tres grandes casinos: Tropicana (6 millones de dólares), Borgata (5 millones) y Caesars (4 millones). Su estrategia no se basaba en el conteo de cartas tradicional, sino en negociar condiciones increíblemente favorables con cada establecimiento. Al parecer, jugaba con apuestas muy altas, de hasta 100.000 dólares por mano. Y lo que es más importante, consiguió acuerdos de reembolso de pérdidas, lo que significa que los casinos accedían a reembolsarle el 20% de sus pérdidas cuando la casa le ganaba. La audacia de estos acuerdos y el hecho de que los casinos los mantuvieran mientras Johnson aumentaba sus ganancias sigue siendo motivo de incredulidad en el mundo del juego. Creían que tenía una racha de suerte y que acabaría recuperándolo todo. Estaban equivocados.
La principal fuente de ingresos declarada de Don Johnson durante este periodo fueron los 15 millones de dólares que ganó en los casinos de Atlantic City en 2011. No se dispone públicamente de más detalles sobre su situación financiera general.
A diferencia de muchas figuras destacadas de la historia del blackjack, Johnson no ascendió como contador de cartas. Su formación estaba firmemente arraigada en la industria de las carreras de caballos.
Su éxito en Atlantic City se atribuyó principalmente a sus habilidades de negociación, que le permitieron conseguir acuerdos de reembolso de pérdidas sin precedentes.
Múltiples casinos siguieron cumpliendo estos acuerdos durante meses mientras se enfrentaban a importantes pérdidas, lo que puso de relieve un notable error de juicio por su parte.
El legado de Don Johnson en el mundo de las apuestas es único. No se le venera por un sistema de apuestas innovador o una técnica de conteo de cartas. En cambio, se le recuerda como el hombre que fue más astuto que la casa mediante una astuta negociación y una capacidad inquebrantable para sacar provecho de las condiciones favorables. Su historia sirve de advertencia a los casinos sobre los peligros potenciales de los incentivos demasiado generosos a los jugadores y la importancia de evaluar con precisión las capacidades de un jugador. Se convirtió en una leyenda no por vencer a las probabilidades en el sentido tradicional, sino por doblegar las reglas a su favor.
Las ganancias de Don Johnson se atribuyeron principalmente a jugar al blackjack con apuestas muy altas (100.000 dólares por mano) y a negociar importantes acuerdos de reembolso de pérdidas con Tropicana, Borgata y Caesars. Estos acuerdos suponían el reembolso del 20% de sus pérdidas. Entonces ganaba sistemáticamente y los casinos seguían respetando los acuerdos de reembolso, lo que provocaba sus cuantiosas pérdidas.
A diferencia de muchos jugadores de blackjack famosos, Don Johnson no se hizo famoso como contador de cartas. Se dedicaba a la gestión y regulación de carreras de caballos.
Al parecer, llegó a acuerdos por los que los casinos le reembolsaban el 20% de sus pérdidas. Esto reducía significativamente su riesgo y aumentaba su beneficio potencial cuando ganaba.
Se especula que los casinos creían que Johnson era un jugador rico pero poco sofisticado que acabaría perdiendo sus ganancias. Es probable que vieran los reembolsos como un incentivo para atraer su juego de apuestas altas. Subestimaron su capacidad para ganar sistemáticamente en estas condiciones favorables.